La inteligencia artificial tiene un potencial infinito para influir muchos aspectos de nuestra vida en un futuro no muy lejano. Como hemos visto en anteriores publicaciones, si se lo permitimos, esta tecnología puede actuar como llave para desbloquear oportunidades previamente imposibles, facilitar nuestras tareas y optimizar nuestros procesos con el objetivo de mejorar ya sea el bienestar empresarial o personal. De esta forma, en este post exploraremos cómo la inteligencia artificial puede ejercer como motor de la felicidad en nuestra sociedad.
Para ello, lo primero que la IA debe identificar son una serie de parámetros o variables que sirvan de base para medir el nivel de felicidad de un individuo. Cabe destacar que la felicidad puede considerarse como algo subjetivo para cada persona, no obstante, en 2019 un modelo de inteligencia artificial analizó 8 millones de libros y 65 millones de artículos periodísticos para crear un “índice de felicidad nacional” que se remontaba al año 1820. Este estudio está respaldado por el “Informe de Felicidad Mundial”, ya que sus resultados compartieron varios de los seis indicadores para medir la felicidad descritos en este informe. Entre ellos, libertad, ingresos, confianza, generosidad, apoyo social y esperanza de vida saludable. Con esta información, el psicólogo Paul Ekman fue capaz de implementar la inteligencia artificial para estudiar cómo ciertos rasgos, expresiones o gestos faciales específicos como movimientos de mejillas o labios pueden identificar un sentimiento tal como la felicidad. Así pues, como también explicó Javier Rengifo, gerente de Customer Advisory de SAS Institute para Colombia, “las soluciones basadas en Inteligencia Artificial, son capaces de aprender los rasgos a partir del análisis y aprendizaje de imágenes relacionadas con facciones humanas y luego son capaces de reconocer los verdaderos sentimientos de una persona ante una determinada situación.”
Una vez ya identificados los parámetros que constituyen la felicidad a grandes rasgos, llega el turno de que la IA aplique estos datos para mejorar el bienestar de la gente. Actualmente, ya se está implantando la inteligencia artificial en diversas iniciativas, productos y programas, todas con el fin de amenizar ciertos aspectos de la vida cotidiana de las personas. Por ejemplo, desde SAS se lleva años promoviendo una iniciativa a nivel mundial llamada “Data for Good”, que pretende aplicar el uso de datos para resolver problemas humanitarios relativos a la pobreza, los derechos humanos y la educación entre otros. Gracias a este programa y a la implementación de la IA, SAS ha contribuido en ayudar a familias y personas desaparecidos a reencontrarse, aplicando técnicas de reconocimiento facial y “Computer Vision.” Con respecto a esto último, Rengifo destacó que “ya que esa conexión emocional no solamente se logra a través de las palabras, sino de la expresión corporal, los gestos, la entonación y otros elementos de comunicación, las técnicas de análisis de datos son muy variadas, las cuales incluyen entre otras: Aprendizaje Profundo, Redes Neuronales Convolucionales, Redes Neuronales Recurrentes, Visión por Computador, Procesamiento de Lenguaje Natural (NLP) y Análisis de eventos en tiempo real (IoT). Pero no como elementos aislados, sino a partir de la unión de todos ellos para elaborar interpretar el contexto de la situación y generar interacciones de valor con las personas.”
Por otro lado, según Rocío González, redactora de BigData Magazine, un estudio alemán reveló que la felicidad derivada del contacto físico no se limita al toque entre humanos, si no que el toque de un robot humanoide o juguete es suficiente para aumentar los niveles de serotonina, la conocida hormona de la felicidad. Bajo este pretexto, los investigadores esperan que los robots algún día puedan llegar a desempeñar papeles de terapeutas o psicólogos. Además, estos robots no solo pueden ofrecer un toque físico, si no que también son capaces de interactuar con sus dueños, como es el caso de la muñeca “Ami-chan”, recientemente distribuida en Japón. Con el claro objetivo de acompañar a los adultos más mayores, la inteligencia artificial implantada en la muñeca la dota de la capacidad de identificar a su dueño mediante reconocimiento facial, registrar nombres, aprender patrones de conversación y finalmente mantener una conversación fluida, incluso siendo capaz de cantar y llorar como lo haría un niño real.
Similarmente, habiendo comprobado en tiempos de pandemia que la socialización es uno de los aspectos más influyentes en la salud mental de mucha gente, los chatbots y robots interactivos alimentados por inteligencia artificial también han aportado a satisfacer en buena medida la necesidad de interacción social inteligente. Sin ir más lejos, el chatbot en inglés más popular del mundo, Mitsuku, es capaz de mantener conversaciones muy reales en cualquier momento del día, ofreciendo así apoyo psicológico a aquellos que más solos se sienten. Adicionalmente, por si fuera poco, estos algoritmos también son capaces de monitorear tendencias y patrones de comportamiento y alertar a seres queridos, siendo aparte especialmente útiles para interactuar con personas en el espectro autista o con dificultades del habla ya que no tendrán problemas de paciencia y siempre ofrecerán una conversación en tono positivo, preguntando y preocupándose por el usuario.
Por último, otra vertiente en la que la inteligencia artificial puede aportar su grano de arena para mejorar la felicidad de las personas es en el puesto de trabajo. Más allá de simplemente reduciendo la carga de tareas repetitivas, Hitachi ha desarrollado un dispositivo que mediante IA puede medir los niveles de felicidad del empleado, registrando actividades como levantarse del puesto de trabajo, contabilizando la frecuencia en la que se entablan conversaciones, e identificando a los compañeros con los que más cómodo o a gusto se siente el usuario. En función del análisis de estos patrones, el software ofrece recomendaciones de qué tareas realizar en momentos del día específicos o cuándo debería hablar con cierta persona, todo con el objetivo de mejorar la felicidad del trabajador y, por ende, su rendimiento laboral.
Quizás estas acciones no sean más que pequeños detalles, pero en el largo plazo, tienen un impacto tremendo en la vida de un individuo. De esta manera, abriéndole la puerta a la inteligencia artificial en nuestra vida, podemos contar con ella ofrecernos apoyo terapéutico, mejorar nuestra rutina diaria, sentiros más conectados y amenizar nuestra jornada laboral. Todo esto ya se está logrando en la actualidad en pequeña escala, sin embargo, en un futuro esta tecnología puede ser la clave para adaptar nuestra vida cuotidiana a un entorno que imite nuestros patrones de serotonina, y así, lograr que nos sintamos felices con mayor frecuencia.